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El impacto positivo y los beneficios del yoga oncológico

Entrevista a Adriana Jarrin y Eva Moure, fundadoras de la Red Internacional de Yoga Oncológico



Hoy hemos recibido en la Fundación Nous Cims a Adriana Jarrin y Eva Moure, fundadoras de la Red Internacional de Yoga Oncológico y colaboradoras del Programa DOMUM mediante la dinamización de sesiones de yoga oncológico en diversos espacios.


Han tenido la oportunidad de compartir con nuestro equipo de comunicación reflexiones de interés sobre el impacto del yoga oncológico en los pacientes y su experiencia a lo largo de estos meses realizando talleres en los espacios sanitarios.


Puedes leer la entrevista completa aquí:


P. Antes de nada, como fundadoras de la Red Internacional de Yoga oncológico y formadoras de esta especialidad, ¿cómo explicaríais en que consiste el yoga oncológico y qué lo diferencia principalmente del yoga convencional?


R. Existen vestigios sobre el nacimiento del yoga hace más de 5000 años, aunque estudios académicos datan formalmente su aparición hace más de 1000 años. Desde sus inicios la vocación del yoga fue fomentar la salud desde una perspectiva integral cuerpo - mente. Con el transcurrir de los años y su expansión a Occidente, se han creado diferentes estilos y especializaciones para adaptarse a las necesidades de diferentes grupos sociales. Es así como surge el yoga terapéutico y, en este contexto, el yoga oncológico.  ¿Cuál es la diferencia? Que es un yoga que se adapta a las condiciones físicas y emocionales de las personas con cáncer en las distintas etapas de la enfermedad. No es lo mismo practicar yoga porque quieres iniciar un camino de introspección y autoconocimiento en cualquier momento de tu vida a cuando lo haces porque tienes dolencias físicas y descompensación emocional porque estás en un proceso oncológico. Es importante recalcar además la connotación negativa que el cáncer tiene en el relato social frente a otras enfermedades y el lenguaje bélico con el cual se aborda la enfermedad, los tratamientos y a quien lo padece.


En el yoga oncológico tenemos en consideración todos estos aspectos y por este motivo: adaptamos las posturas para contribuir a una rehabilitación física personalizada, ofrecemos herramientas para la gestión de las emociones, utilizamos un lenguaje cuidadoso y adecuado a la situación de las personas y fomentamos la creación de redes de apoyo.

 

P. Cada vez existe mayor evidencia sobre el impacto positivo de su práctica en pacientes oncológicos ¿verdad? ¿Como ha sido esta evolución entorno a la evidencia y qué beneficios positivos destacaríais que aporta a los pacientes que lo incorporan en su vida diaria?


R. Desde hace décadas las disciplinas contemplativas y cuerpo- mente han despertado el interés científico, hasta que entre los años sesenta y setenta finalmente se inician estudios formales en neurociencia y, posteriormente, en genética que analizan el impacto de estas disciplinas en la salud. El yoga ha destacado porque aborda tanto el cuerpo físico como el cuerpo sutil (mental, emocional y espiritual). Por este motivo se desarrollan cada vez más estudios en torno a sus múltiples beneficios en enfermedades graves como el cáncer y su práctica ha sido incorporada en hospitales oncológicos de referencia nivel internacional en países como Estados Unidos, Inglaterra o Alemania.


Los estudios han demostrado que una práctica habitual de yoga en un proceso de cáncer contribuye a una mejor adherencia a los tratamientos médicos como la quimioterapia, por ejemplo. Además, reduce la ingesta de medicamentos para paliar el dolor o el sueño porque entre los principales beneficios del yoga tenemos que mejora la calidad del descanso y a través del movimiento reduce el dolor en la musculatura o en las articulaciones provocada por los tratamientos. A través de los ejercicios de respiración relaja el sistema nervioso, mejora el sistema cardio respiratorio y facilita la gestión de las emociones:  las emociones no desaparecen, pero el yoga ofrece herramientas para relacionarse y controlarlas de mejor manera. En este sentido el yoga oncológico no cura el cáncer porque para eso está la medicina, sino que fomenta una mejor relación con la enfermedad y los efectos de los tratamientos.

 

P. A partir de la colaboración con el programa DOMUM, la actividad ha pasado a realizarse dentro de los espacios hospitalarios de diversos centros, ¿Cuál ha sido vuestra experiencia al respecto? ¿Qué impacto creéis que tiene que los pacientes puedan acceder a esta actividad en sus propios centros de referencia?


R. La creación de los espacios DOMUM que han facilitado la incorporación del yoga en hospitales públicos ha tenido una repercusión muy importante en distintos niveles. Primero, en las personas con cáncer que han asistido a las sesiones y que han encontrado en el yoga un surtido de herramientas para mejorar su calidad de vida. Los grupos generados en los distintos hospitales no se cansan de decir y repetir que la práctica de yoga ha marcado un antes y un después en su tránsito por la enfermedad. Muchas y muchos participantes esperan con ilusión los días de las sesiones de yoga no sólo por los beneficios físicos y mentales que les reporta sino también por la posibilidad de encontrarse con el grupo, con otras personas que atraviesan por similares condiciones y con las que pueden comunicarse sin tapujos. 


En segundo lugar, a nivel social, es una iniciativa aplaudida ampliamente por la opinión pública, recogida a través de distintos medios de comunicación y promocionada a través de diversos canales. Tenemos que pensar que cada vez más y más personas practican yoga, conocen sus beneficios y saber que estos pueden ser extrapolados incluso a situaciones al límite como las que se pueden vivir durante un cáncer son muy esperanzadoras. Además, que este tipo de práctica se ofrezca de manera gratuita en la sanidad pública es un aliciente puesto que muchas personas con cáncer, aunque quieran, no cuentan con los medios económicos para acceder a este tipo de servicios en el ámbito privado.

Y, en tercer lugar, pero no menos importante, la incorporación de este tipo de prácticas abre un nuevo horizonte hacia una perspectiva más holística de la salud que aborde también los aspectos físicos, emocionales y sociales que la medicina no cubre. A veces las personas lamentablemente no superan el cáncer, pero a través de prácticas como el yoga oncológico pueden franquear de mejor manera este proceso y vivir la enfermedad de manera más amable incluso en sus últimos estados.

 

P. ¿Y la actividad ha sido bien recibida por los profesionales sanitarios?


R. En general creemos que ha tenido buena acogida, nos hemos dado cuenta de que muchas y muchos profesionales de la salud también son practicantes de yoga y ven con buenos ojos su incorporación como parte integral de la salud. Asimismo, las propias personas con cáncer son las mejores embajadoras del yoga puesto que son quienes explican a sus profesionales de referencia los enormes beneficios que esta práctica les aporta o incluso incorporan herramientas de la práctica durante la administración de los tratamientos. En una sesión de yoga oncológico se puede trabajar, por ejemplo, qué tipo de respiración practicar durante la radioterapia para estar más quieta y calmada o durante un PET o un escáner, los y las alumnas lo comentan y de esta manera los profesionales empiezan a darse cuenta de que esto no sólo beneficia a las personas, sino que además facilita su trabajo y la relación con los y las pacientes.


No obstante, existe también una parte de sanitarios un poco más reticente bien por desconocimiento o por temor a que haya un mal entendimiento y que estas prácticas se asuman como sustitutivas de los tratamientos médicos. Por eso parte de nuestra labor consiste en explicar y repetir hasta la saciedad a las personas con cáncer, a las y los profesionales de la salud, y al público en general, que el yoga no es sustitutivo sino complementario a los tratamientos médicos. Decimos sí a los tratamientos médicos, pero también decimos sí al bienestar durante estos tratamientos.

 

P. ¿Qué barreras creéis que siguen existiendo para que ésta y otras actividades orientadas a la atención integral de los pacientes se integren en la cartera de servicios del sistema sanitario? ¿llegaremos a verlo algún día?


R. Existen algunas barreras, como mencionábamos anteriormente debido al desconocimiento o tergiversación del lugar que ocupa el yoga dentro del proceso oncológico. Lamentablemente en este país no existen aún centros que incorporen dentro de sus investigaciones este tipo de prácticas, por lo tanto, estas aún se asumen como modelos importados, ajenos. Es decir, no existe un conocimiento ni una cultura de la medicina integrativa y por ende de la oncología integrativa. Si bien cada vez hay más proyectos de esta índole son de trayectoria reciente, pero en algún momento se tenía que iniciar este camino y es lo que estamos haciendo, abriendo y caminando el camino.


Otro gran obstáculo son las carencias económicas del sistema sanitario que perjudican en dos niveles: en primer lugar, los profesionales de la salud cuentan con un tiempo limitado para atender a cada paciente, por lo tanto, sienten como una sobrecarga tener que explicar este tipo de actividades además de la parte que propiamente les toca que es la de los tratamientos.  Esto dificulta que prescriban la actividad, aunque tengan conocimiento que esta se está llevando a cabo en las salas DOMUM del hospital.


En segundo nivel, los hospitales aún no cuentan con los recursos para financiar los honorarios de las profesionales que realizan esta actividad ya que no es asumida como una necesidad de primer orden. Esto determina que el yoga quede a expensas del voluntariado con la inestabilidad consecuente. En este sentido, tanto Fundación Nous Cims como la Red de Yoga Oncológico hemos defendido la cobertura de los derechos laborales de las profesionales del yoga en los espacios DOMUM, hecho que además garantiza un servicio de continuidad y cubierto por expertas en yoga oncológico.

 

P. Por último, ¿Cuál ha sido el momento o situación más destacada de vuestras sesiones impartidas en los espacios DOMUM que refleje lo que viven las pacientes a través de vuestra actividad?


R. Bueno, son muchos y muy profundos, resulta imposible poner más peso o valor a uno que a otro porque siempre estamos hablando de personas con sus vidas en una situación muy sensible. En todo caso podríamos empezar por destacar la fuerza del grupo, muchas personas con cáncer se sienten solas y poco comprendidas, aunque tenga un entorno familiar o social de cuidados, pero no es lo mismo, hay aspectos muy sutiles que no se explican con palabras pero que son fácilmente descifrables para quienes pasan una situación similar. Emociona mucho ver cómo conversan, intercambian penas y alegrías y luego se mueven y respiran al unísono. Es como si en medio del caos se creara un oasis de paz en el que es posible relajarse y disfrutar.


También se han compartido experiencias dolorosas, muy dolorosas, de personas que han fallecido, pero conmueve mucho ver cómo los y las compañeras están ahí brindándose cobijo hasta la pista de salida sin juzgar lo que hizo “bien” o lo que hizo “mal” sino conscientes que todas y todos de una u otra manera llegaremos al mismo lugar. Otro aspecto muy relevante es la inclusión de personas de otros países o contextos que no cuentan con una red familiar y que en el grupo han encontrado su lugar de acogida.


Y, finalmente, es muy reconfortante que las personas puedan reconocer sus cuerpos como un espacio de bienestar pese a la enfermedad, porque en el yoga oncológico no nos centramos en lo que no se puede hacer sino en aquello que sí es posible incluso en las situaciones más límites de un cáncer avanzado.


Muchas veces se le ha dotado al yoga de poderes místicos, pero en realidad de existir una magia, esta magia radica en la capacidad de las personas para explorar su materia, reconocer su cuerpo y a través de este sus posibilidades y su finitud y a partir de esta comprensión generar relaciones de amor y compasión hacia sí mismas y hacia los demás. 

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